
«¡Mucho me temo no haber querido escribir más que disparates, pura y simplemente! Pero después de todo, ya se sabe bien, el sentido de las palabras va más allá del que quisimos darles de forma tal que un libro entero significa bastante más de lo que creía su autor».
Lewis Carroll. [1]
Esta breve conclusión que aquí ofrecemos versa sobre una temática compleja cuyo núcleo es Lewis Carroll y dos de sus obras: "Alicia en el País de las Maravillas" y "A través del Espejo". El análisis se extiende naturalmente hacia el contexto histórico y cultural del autor por la necesidad de comprender el medio ambiente en el cual su conciencia y su espíritu produjeron dichas obras, y con el fin de apreciar los caracteres esenciales de su poética.
El desarrollo de esa poética se dio en Inglaterra, en la llamada época victoriana que se extendió durante el siglo XIX (desde 1837 hasta 1901). Se atribuye a la labor literaria de Carroll el haber sido una aguda crítica a la sociedad de su época. Sin embargo su creación no se agota en ese aspecto. Si bien las obras analizadas contienen referencias inmediatas al contexto de Carroll, ya sea a través de sus personajes o a través de argumentos en la ficción, su postura ideológica es más reveladora porque desconstruye la estructura lógica del lenguaje, así como el objeto estético.
En todo caso, la crítica de Carroll a su sociedad no está presente sólo en sus tramas o en sus personajes –que pueden entenderse como alegorías–, sino específicamente en su propuesta estética. Esa propuesta cuestiona la concepción romántica del arte que dominaba su tiempo.
Asimismo, otros escritores de la época también reaccionaron contra esa concepción, como Edward Lear (inglés, 1812-1888) y Christian Morgenstern (alemán, 1871-1914); quienes, junto a Carroll son los representantes de la literatura nonsense del siglo XIX.
El nonsense se configura fundamentalmente como la descomposición de las reglas del lenguaje. En la obra de Carroll, el nonsense aparece bajo la forma de juegos de palabras, la invención de palabras-bisagra (construidas a partir de fragmentos de palabras preexistentes), el planteo de paradojas (razonamientos de lógica autónoma) y el planteo de juegos retóricos. Todos estos recursos cumplen una misma función, que es la de suspender la percepción inmediata de las cosas.
Según Wittgenstein, “la expresión juego del lenguaje debe poner de relieve el hecho de que hablar de determinada manera implica una determinada forma de vida” [2]; esto lleva a pensar que toda estructura lingüística no lineal (el juego del lenguaje) es un intento de desestructurar el mundo. La poética de Carroll es subversiva en tanto desconstruye las reglas del lenguaje y con ello la cosmovisión de una sociedad tributaria de esas reglas.
Lewis Carroll. [1]
Esta breve conclusión que aquí ofrecemos versa sobre una temática compleja cuyo núcleo es Lewis Carroll y dos de sus obras: "Alicia en el País de las Maravillas" y "A través del Espejo". El análisis se extiende naturalmente hacia el contexto histórico y cultural del autor por la necesidad de comprender el medio ambiente en el cual su conciencia y su espíritu produjeron dichas obras, y con el fin de apreciar los caracteres esenciales de su poética.
El desarrollo de esa poética se dio en Inglaterra, en la llamada época victoriana que se extendió durante el siglo XIX (desde 1837 hasta 1901). Se atribuye a la labor literaria de Carroll el haber sido una aguda crítica a la sociedad de su época. Sin embargo su creación no se agota en ese aspecto. Si bien las obras analizadas contienen referencias inmediatas al contexto de Carroll, ya sea a través de sus personajes o a través de argumentos en la ficción, su postura ideológica es más reveladora porque desconstruye la estructura lógica del lenguaje, así como el objeto estético.
En todo caso, la crítica de Carroll a su sociedad no está presente sólo en sus tramas o en sus personajes –que pueden entenderse como alegorías–, sino específicamente en su propuesta estética. Esa propuesta cuestiona la concepción romántica del arte que dominaba su tiempo.
Asimismo, otros escritores de la época también reaccionaron contra esa concepción, como Edward Lear (inglés, 1812-1888) y Christian Morgenstern (alemán, 1871-1914); quienes, junto a Carroll son los representantes de la literatura nonsense del siglo XIX.
El nonsense se configura fundamentalmente como la descomposición de las reglas del lenguaje. En la obra de Carroll, el nonsense aparece bajo la forma de juegos de palabras, la invención de palabras-bisagra (construidas a partir de fragmentos de palabras preexistentes), el planteo de paradojas (razonamientos de lógica autónoma) y el planteo de juegos retóricos. Todos estos recursos cumplen una misma función, que es la de suspender la percepción inmediata de las cosas.
Según Wittgenstein, “la expresión juego del lenguaje debe poner de relieve el hecho de que hablar de determinada manera implica una determinada forma de vida” [2]; esto lleva a pensar que toda estructura lingüística no lineal (el juego del lenguaje) es un intento de desestructurar el mundo. La poética de Carroll es subversiva en tanto desconstruye las reglas del lenguaje y con ello la cosmovisión de una sociedad tributaria de esas reglas.
[1] Extraído del Prólogo escrito por Jaime de Ojeda en: CARROLL (1993): Alicia a través del espejo, Pág.13.
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